El escalamiento mimético del mobbing arrastra a todos a posicionarse bien a favor o bien en contra de las víctimas
Los procesos de victimización, para funcionar “adecuadamente engrasados”, requieren la agregación unánime de todos y cada uno de los miembros del grupo humano de referencia, sin exclusión posible de nadie, ni siquiera de la masa de los que inicialmente se muestran neutrales o indiferentes.
No hay posiciones intermedias. La actitud inicialmente indiferente tiende a ser sustituida muy rápidamente por una incorporación al grupo o gang de acoso de la que el inicialmente indiferente es apenas consciente.
La presión mimética del grupo convierte a muchos inicialmente indiferentes en miembros cada vez más activos del gang de acoso.
La urgencia del grupo por concitar la unanimidad frente a su chivo expiatorio fuerza que la percepción y la neutralidad iniciales pasen a convertirse en una creciente percepción de que la víctima es alguien que “algo ha hecho” para merecer el acoso.
La justificación de la posición de equidistancia se suele presentar bajo el pretexto de no querer participar en un conflicto entre partes, no querer contribuir al escalamiento de los problemas y no dar pábulo a la espiral del conflicto, la venganza ni el resentimiento.
Sin embargo quien no recoge, desparrama.
Nadie que forme parte de una organización puede mantenerse al margen sin contribuir en uno o en otro sentido al acoso.
Nadie puede sustraerse finalmente a su responsabilidad ante el mal en el mundo de las modernas organizaciones.
Ayudar a las víctimas significa tomar partido por ellas en el sentido concreto de hacer frente a los agresores, señalar sus actuaciones, solidarizarse con las víctimas, con un riesgo correlativo asumido de ser llevado paulatinamente a posiciones comprometedoras debido al enfrentamiento con los gangs linchadotes violentos.
Resistir al mal supone siempre ser un poco un “violento contra los violentos”. De ahí que los indiferentes intenten autojustificarse, haciendo de su indiferencia parte de una autoimagen idealizada y mítica. La representan como neutralidad, equidistancia, tolerancia, talante liberal, no-violencia y pacifismo a ultranza.
Esta posición es, además de falsa, injusta para con las víctimas, por resultar revictimizadora.
Es una vez más la fuerza grupal del mimetismo, la que va enrolando en los conflictos y en las guerras internas, de manera paulatina a todos y cada uno de los miembros de una organización, arrastrándolos a modo de un ciclón e incorporándolos a la vorágine destructiva del acoso.
Todos y cada uno de los miembros del grupo humano en el que se produce el acoso tienden a ser incorporados de alguna manera al conflicto, hasta el punto de que se les exige más tarde o temprano un posicionamiento individual no ambiguo y explícito.
Esta presión grupal se convierte en ultimatum implícito a todos y cada uno de los miembros de la organización: “O estás con nosotros, o estás contra nosotros”.
El mimetismo obliga tarde o temprano a todos a alinearse, es decir a posicionarse ética y moralmente a favor o en contra de cada una de las partes enfrentadas en el acoso.
En todos los procesos de victimización se termina produciendo este tipo de alternativa diabólica.
Quien no hace nada por socorrer a las víctimas, no solo ya está tácitamente del lado de quien abusa de ellas, sino que además, con el tiempo, es requerido y urgido a integrarse de facto al gang de los que practican dichas injusticias.
Es una cuestión de tiempo que todos los agentes sociales del entorno del acoso se vean obligados a alinearse, es decir, a elegir entre “el gang y las víctimas”.
La presión que reciben los testigos para pasar a ser miembros activos del gang es mayor en la medida que cualquier posicionamiento solidario a favor de las víctimas puede resultar eficaz y peligroso, rompiendo la unanimidad necesaria para que resulte eficaz el mecanismo del chivo expiatorio. Un posicionamiento solidario puede llegar a producir la detención e incluso la reversión del proceso de acoso contra sus instigadores.
La indiferencia no es lo que aparenta ser.
No es más que el preámbulo de una conversión perversa que va a transformar a los inicialmente indiferentes en agentes activamente participantes en el linchamiento. La conversión de personas normales en perversos agentes de acoso.
Un tránsito hacia el lado oscuro que las convierte en agentes diabólicos.
Del libro Las 100 Claves del Mobbing. Detectar y salir del acoso psicológico en el trabajo