Otro tipo de psicópatas subclínicos es el que se ha dado en llamar el “autopromotor aberrante” (aberrant self-promoter). Es lo que en román paladino empresarial se denomina un TREPA.
El trepa o autopromotor aberrante no duda en intentar ascender, caiga quien caiga. Para conseguirlo no le suele importar hundir, denigrar, o pisar la cabeza a quien sea. Tampoco repara en la licitud o ética de los medios empleados en su carrera por el ascenso fulminante.
Lo mismo que sus hermanos mayores, los psicópatas matriculados, también ellos navegan muy bien en las aguas organizativas más revueltas. Son mayores sus posibilidades en las organizaciones caóticas, poco estructuradas, o que atraviesan turbulencias, tensiones o conflictos.
El trepa organizacional manifiesta la doble cara que se les imputa a toda la gran familia psicopática. Se manifiesta como Doctor Jeckyll o Mr Hide según con quien esté hablando. Sabe ofrecer las múltiples caras de su personalidad poliédrica según el tipo de persona que tenga delante.
El trepa conoce de forma intuitiva cómo los jefes a la defensiva, inseguros e incompetentes, no buscan tanto empleados eficaces cuanto súbditos pasivos, fieles y sumisos. Suelen presentarse ante ellos como unos fieles perros guardianes de la seguridad, esperando el momento más adecuado para el ataque definitivo al poder.
Las empresas en las que los autopromotores aberrantes triunfan se caracterizan porque en ellas no se asciende ni promociona por méritos objetivos o desempeños eficaces, sino por otras razones muy diferentes. Esto explica que, a pesar de que no presente las capacidades, habilidades o destrezas requeridas para el puesto, un trepa termine siendo el más dotado para la promoción y el ascenso que finalmente consigue.
El alpinista laboral conoce la importancia y el poder de la autopropaganda. La mentira y la calumnia son herramientas de trabajo esenciales de cara e eliminar a sus posibles competidores en la escalada. No duda en usar estos métodos sin hacer de ello un problema moral o ético. Se trata de ellos o yo.
Sabe que las redes de comunicación de las organizaciones son muy sensibles al ruido y que se puede usar la rumorología como canal ideal para difundir noticias falsas pero benéficas para su campaña permanente en pos del puesto de promoción.
Sabe como disparar un rumor contra su adversario. Éste cae socialmente muerto y queda así fuera de combate de cara al ascenso. El autopromotor aberrante trata de dañar la reputación de sus adversarios y y eliminarlos de la carrera por el ascenso usando todo tipo de maquinaciones contra ellos: los rumores, las medias verdades, los libelos….
El trepa es alguien motivado por el poder en forma de estatus, prestigio, dinero o posición. No le interesa formarse o capacitarse en determinadas habilidades o conocimientos. Puede acortar el camino de todo eso. Desprecia sobre todo la tecnología del management como una pérdida de tiempo. Sus métodos perversos y torticeros le parecen más rápidos y directos para alcanzar el ascenso social y profesional.
Su ambición, tenacidad y frialdad le hacen especialmente eficaz. Como depredador el trepa es un solitario que va por libre. Caza a sus presas solo y tan sólo se fía de sí mismo. Utiliza y usa a todos los demás en beneficio propio.
Es capaz de clonar y apoderarse de las ideas y de los éxitos de los demás y los hace suyos al instante, sin sentir el mínimo remordimiento por ello.
Es excelente en el arte de adular a los poderosos a los que suministra continuamente deliciosas dosis de adulación y coba. Funciona para ellos como agente secreto, espía, delator, confidente, amante, y se suele poner al servicio de los más inmorales servicios que haya que prestar. Todo por el ascenso y la promoción.
Sus compañeros le reconocen fácilmente y no pueden ni verle. Pero esto le da igual. Las relaciones con ellos son puramente formales. Como estrategias relacionales solo conoce la seducción, la compra de voluntades, la amenaza, o la traición a la confianza de los demás.
Al cabo de un tiempo, el autopromotor aberrante suele quedar marginado y solo. Una vez detectado por los demás compañeros de trabajo, estos le dan de lado, siendo considerado por ellos como no fiable e inasequible al trabajo en equipo o la colaboración de ningún tipo.
Todo autopromotor aberrante suele presentar fuertes conflictos internos y sus correspondientes enfermedades psicosomáticas. Se suceden los problemas de insomnio, digestivos, cefaleas, hipertensión, problemas cardiovasculares e impotencia sexual.
Los alpinistas laborales terminan siendo un problema de primer orden para las organizaciones. Un trepa de raza no es alguien al que se pueda descabalgar o desenmascarar fácilmente. Como las demás personalidades psicopáticas, los trepas suelen ser temidos por sus métodos, pero propulsados hacia arriba por su capacidad y frialdad para acometer prácticamente cualquier cosa, incluido lo más inmoral, si es necesario.
Destapar sus intenciones o sacar a la luz sus métodos puede ser peligroso para quien lo intenta. Por eso suele ser acosado con frecuencia quien pretende frenar o desenmascarar a uno de estos alpinistas.