En estos días el Consejero de Educación de Castilla y León, Juan José Mateos, ha declarado ante la comisión de las Cortes que el caso de mobbing de Marta Balmaseda (con sentencia judicial firme) no era tal, y lo ha calificado como un “mero problema de convivencia”.

Una vez más, quienes debieran erradicar las prácticas de acoso de las administraciones públicas, se colocan al lado de los agresores, trivializando y banalizando el sufrimiento de las víctimas.

Su declaración es más dañina si cabe pues el Consejero es el responsable político directo de la Administración pública responsable de este caso de acoso.

Este caso representa un patrón habitual y el paradigma de la situación que sufren a miles de trabajadores y funcionarios que sienten cómo el hostigamiento, maltrato o mobbing laboral destruye sus vidas profesional, familiar y socialmente, a veces para siempre, en medio de la cómplice inacción de los responsables de las administraciones públicas que debieran detenerlo.

En mi libro, “Por si acaso te acosan”, describo el paradigma del mobbing desde el cuento de Blancanieves. Todo acoso comienza con una malvada madrastra (acosador) que se mira en el espejo de su propia incompetencia profesional y proyecta, (víctima de los celos y de la envidia), como culpable de sus males, no a su propia mediocridad, sino la blanca e inocente niña que suele ser siempre la víctima de acoso, a la que en secreto maquina como asesinar profesionalmente. “Tráeme el corazón de Blancanieves en una urna” suelen decretar los instigadores del mobbing, asignando a veces el trabajo sucio a otros que terminan convirtiéndose así en gang de sicarios laborales.

El caso de la víctima suele ser el de alguien que por efecto de su bondad, su carácter ingenuo o no confrontativo, no entiende lo que le ocurre hasta que es demasiado tarde. Su ingenuidad, les impide calcular que en su entorno existen seres peligrosos, llamados psicópatas organizacionales, a los su mera presencia excita un instinto depredador.

Poca gente conoce que en España existen no menos de un millón de psicópatas integrados, la mayoría de los cuales pueblan nuestras empresas y administraciones públicas, alcanzando rápidamente los puestos de mayor poder, por los que se sienten atraídos irremisiblemente.

Las víctimas de un psicópata organizacional suelen ser los que no se dejan comprar por éstos y se resisten a sus maquinaciones perversas.

Las víctimas del acoso psicológico en el trabajo suelen suponer para estos psicópatas una amenaza. Son sus capacidades profesionales (brillantez, nivel de capacitación, éxito profesional), sus valores y forma de ser (felicidad, alegría, sociabilidad, solidaridad con los demás), lo que les asegura la persecución profesional de los que en su entorno, (lo mismo que la madrastra del cuento), “no pueden soportar” la presencia de la víctima cerca.

El modo de conjurar su envidia y sus celos hacia la víctima es hacerlo todo para eliminarla de su lugar de trabajo, cargándose su imagen, su reputación y su desempeño mediante el despliegue del maltrato verbal, modal, las amenazas y las acusaciones infundadas y falsas que caracterizan los procesos de acoso psicológico.

En el momento crucial de la persecución de la víctima de acoso, se inventa o fabula un mito respecto a su merecimiento de tal acoso. La causa de los errores o fallos que supuestamente ha cometido la víctima y que sirve para cargársela limpiamente.

El mobbing resulta siempre un crimen laboral “perfecto”. Todos cuantos son eliminados son presentados como indignos, conflictivos o incompetentes. Y todos cuantos son presentados así ante la opinión pública son, de este modo, violenta y limpiamente eliminados de su lugar de trabajo.

Mi jefe es un psicópata: Por qué la gente normal se vuelve perversa al alcanzar el poder, Editorial ALIENTA (2008)